
El Ojo Silva era homosexual, también era fotógrafo. También fue un personaje de Roberto Bolaño, quizá un amigo. El Ojo Silva entró en el infierno, ese mismo infierno que señala UNICEF respecto de la prostitución infantil. Un mundo donde los niños son literal, en el caso del cuento, y metafóricamente castrados. Se les priva de un mundo que quizá es duro pero pierden la chance de ser los protagonistas de sus propios errores.
Como el ojo Silva, que llegó hasta un recóndito lugar del mundo, esta posma se apodera de cada rincón de la tierra y se traga vivos a quienes se detienen a protestar o a querer salvar a las víctimas. No hay héroes en esta historia. Finalmente solo queda el Ojo Silva, llorando sin parar.
Como el ojo Silva, que llegó hasta un recóndito lugar del mundo, esta posma se apodera de cada rincón de la tierra y se traga vivos a quienes se detienen a protestar o a querer salvar a las víctimas. No hay héroes en esta historia. Finalmente solo queda el Ojo Silva, llorando sin parar.
El Ojo Silva
Putas asesinas
Roberto Bolaño
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