
Como bien lo dice Henry Miller: Las ideas no pueden existir solas en el vacío de la mente. Las ideas están relacionadas con la vida: ideas hepáticas, ideas renales, ideas intersticiales. Precisamente Gabo nos conduce hacia ese intersticio entre dos, tres, cuatro, muchos cuerpos. Los Buendía, con sus santas y sus gitanos son producto de esa cocina de donde salió una novela que no sólo empeñó las joyas de la abuela, sino el alma.
Este pequeño recorrido por lo que se oculta detrás de las páginas, es el mismo viaje de sus personajes. Cada reunión en casa de los Alcoriza pudo ser una palabra más, un gesto de Remedios o el olor perenne de la pólvora. Lo vital aquí, es que el escribir también es vivir, como lo dice bien Miller, las ideas no viven sin la acción. Para García Márquez y cualquiera que irremediablemente decida escribir, siempre habrá una historia qué contar y, sobre todo, a quién contar. Para Gabo sólo bastó un pretexto y una frase empolvada desde hace 40 años para que reviviera el amigo que más lo quiso en este mundo: un papel en blanco.
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