
El día de su ineludible muerte. Arturo Bandini se levantó temprano por la mañana, peleándose con la luz que se colaba por una ventanilla. Sabía que su padre llegaría a verlo, pero aun así no lo esperaba. No esperaba nada, sólo las cuatro de la tarde y una soga como lija en su cuello. Como ahora, 12 años después, su padre, recordándolo, acompañándolo, pende de una biga frente a mí.
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